jueves, 12 de agosto de 2021

NOVEDOSO MÉTODO TERAPÉUTICO BASADO EN EL PODER DE LA MENTE.


 Javier Muñoz Bullejos es un pintor y escritor conocido en su ámbito como Xaverio que hace muchos años se interesó por los métodos terapéuticos de los curanderos al superar un herpes con simple harina de maíz tras no funcionarle ningún medicamento. Aquella experiencia le llevaría primero a asistir a los rituales y ceremonias de varios chamanes americanos y luego a conocer los planteamientos de los terapeutas orientales estudiando después Programación Neurolingüística y, sobre todo, cómo las palabras y pensamientos influyen en nuestro cuerpo. Pues bien, como síntesis de lo aprendido desarrolló un método que bautizó como Indalo Codex y consiste en una serie de sencillos ejercicios psicofísicos de meditación dinámica que, sorprendentemente, han resultado ser eficaces en diversas patologías.

Javier Muñoz Bullejos llegó al mundo de la salud a los 47 años cuando estando en la población de Taos en Nuevo México (EEUU) sufrió un herpes que le llevó a someterse a un tratamiento médico farmacológico sin obtener resultados. Sería entonces cuando una amiga india tigua llamada Tania le contó que conocía a una mestiza india mexicana llamada Juanita que ejercía como curandera y probablemente podría ayudarle. Aceptó, quedó con ella y le propuso tratarse con Maizena -que no es sino harina de maíz en polvo- a la que añadió algunas plantas. Pocos días después el dolor había desaparecido y a continuación el herpes. Según explica Javier aquella anciana, famosa por el amplio conocimiento que tenía del poder terapéutico de las hierbas y la mente humana, le diría además algo que le cambió la vida: “Xaverio, tienes el don de ayudar a sanar y si no lo usas se volverá en tu contra”. Y de ello hemos hablado con él.

A partir de entonces asistió a numerosos rituales, ceremonias y reuniones de tribus indias americanas a fin de saber cómo actúan sus chamanes y averiguar cómo afrontan las enfermedades. Supo así que lo que hacen desde tiempos inmemoriales es activar los procesos naturales de curación del cuerpo. 

Asimismo, estuvo en la India -donde por cierto conoció al Dalai Lama- para estudiar técnicas de meditación y respiración consciente. Y más adelante estudió Programación Neurolingüística centrándose luego en el valor terapéutico del pensamiento positivo, la sugestión, la reestructuración cognitiva, el efecto placebo y cómo la actitud que adoptamos y lo que pensamos influye de forma determinante en nuestra salud. Hasta que con los años y la experiencia dio forma a un sencillo método terapéutico que denominó Indalo Codex comprobando que realmente funciona.

Le puso el nombre de Indalo Codex, hace muchos años obtuvo una beca de la Hellen Wurlizer Foundation que me ofrecía una casita-estudio en la población estadounidense de Taos -se halla en Nuevo México- y allí colocó en la chimenea una pequeña figura de oro de un indalo que le regaló una doctora amiga llamada Alicia que trabaja como médico en Almería. Como supongo saben se trata de una figura rupestre -no está claro si del Neolítico tardío o de la Edad del Cobre- que se encontró en Almería y representa a un humano con los brazos extendidos y un arco que sale de sus manos y le rodea por arriba. Hoy se considera símbolo de esa provincia española.

Pues bien, un día empecé con ojos de pintor a observar esa figura intentando averiguar qué habría querido representar su autor e intuí que estaba ante un dibujo-código que contenía información. Y centrado en ella entró -sin pretenderlo- en un estado de meditación en el que venían a su mente preguntas sobre diferentes temas de la existencia; preguntas que luego, en los días siguientes, obtenían respuesta en forma de pequeños mensajes o afirmaciones positivas de metas. Llegó a tomar nota y a poner por escrito unas 3.000.  Sería a partir de entonces cuando se puso a pensar y desarrollar los ejercicios psicofísicos que hoy enseña.

El proceso duró 5 años y terminó publicando todo en un libro titulado Indalo Codex: código para la salud integral de la mujer y del hombre universal; obra que por cierto prologó Federico Mayor Zaragoza -Director General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) entre 1987 y 1999- y se presentó en la Asociación Andaluza de la Prensa.

Porque para muchos investigadores -y coincido con ellos- representa al ser humano sano en interacción armónica plena con su entorno natural y el universo. La propia Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud como «el estado de completo bienestar físico, mental y social» además de la ausencia de enfermedad. Y a ese concepto él le añade la salud ambiental y la económica. El indalo es pues un símbolo del ser humano integral que guarda cierta similitud con la del Hombre de Vitrubio de Leonardo da Vinci que se ha asumido como icono universal del hombre y es un dibujo del cuerpo humano masculino con las proporciones ideales.

Es una figura humana -sin sexo definido- de brazos y piernas abiertas con los pies en la tierra y la cabeza alta que sujeta con sus manos un arco superior que a mí juicio representa claramente la bóveda celeste, el universo. En algunas tradiciones de los indios americanos -como los zuni- el arco sobre los brazos se relaciona sin embargo con el arco iris; de hecho, a las figuras las denominan “guerreros del arco iris” infiriendo que su responsabilidad es cuidar del planeta y unir fraternalmente a todas las tribus.

En fin, la postura de brazos abiertos se ha usado desde la prehistoria para invocar la sabiduría, la salud y la fertilidad de la tierra y sus gentes; hay dibujos de personas con los brazos abiertos en yacimientos arqueológicos de todo el mundo. De hecho “invocación” está formada por dos palabras o expresiones: «en la boca» y «acción «. Invocación es pues la capacidad humana de materializar los pensamientos y palabras en acciones. Luego desde un punto de vista cuántico sería la capacidad que tiene una onda de convertirse en partícula.

Ciertamente. Hoy sabemos que en la salud influye todo: desde los factores genéticos a los epigenéticos pasando por la alimentación, las emociones, los pensamientos… Cualquier médico sabe por ejemplo la importancia de una actitud positiva y proactiva por parte de los pacientes. Somos una unidad mente-cuerpo-entorno que debe tratarse de forma holística. La Psiconeuroinmunología ha demostrado de hecho que existe interacción entre los procesos psíquicos y físicos afectando a todos los sistemas del organismo: nervioso, inmune, respiratorio, circulatorio, endocrino y digestivo.

Él entiende además que cada órgano y sistema de nuestro cuerpo trabaja con información global, pero posee personalidad e inteligencia funcional y emocional propias. Cada enfermedad requiere por ello de unas palabras óptimas y de una actitud mental que colaboran de forma coadyuvante a superarla. El sistema inmune por ejemplo es muy influenciable porque una mala noticia lo puede deprimir y hacernos enfermar. Por el contrario, un ánimo positivo, sentirse atendido, ser querido y tener ganas de vivir favorece sus funciones, así como los procesos naturales de autocuración. Y es fácil comprobar cómo todo eso afecta también al ritmo cardiaco, a la respiración, al aparato digestivo… Emociones como el miedo, la alegría o el amor influyen en nuestros cuerpos.


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