Dr. Pablo Saz; Médico naturista. Investigador en la Universidad de Zaragoza
Nuestro cuerpo está
preparado para responder de la mejor manera posible ante cualquier
desequilibrio. Pero para facilitar esta respuesta debemos estar atentos a sus
señales y revisar nuestro estilo de vida.
Observarnos nos permite
obtener información valiosa sobre nuestra salud y comprender que la mayoría de
los síntomas que percibimos tiene la finalidad principal de ayudarnos a
sobrevivir el mayor tiempo y de la mejor manera posibles. Todo ello es
esencial a la hora de tomar decisiones para cuidarnos mejor.
El problema surge cuando no
hacemos caso a nuestros síntomas o simplemente buscamos el alivio
rápido, sin dar tiempo a ver cuál es la mejor manera de actuar.
Síntomas como la fiebre, el
dolor, la tos, los estornudos, los vómitos, la diarrea, la inflamación o la
ansiedad, entre otros, funcionan como mecanismos de defensa y de
recuperación del organismo. En cambio, se ha generalizado la idea de
que, como merman nuestra capacidad para seguir con nuestras rutinas y nuestros
planes, nos conviene ignorarlos o eliminarlos lo antes posible.
MUCHOS SÍNTOMAS FORMAN PARTE
DE LA CURACIÓN
El problema es que esta
actitud nos impide ver que estos síntomas son la clave, la señal que utiliza
nuestro cuerpo, no solo para comunicarnos que algo anda mal, sino a la vez
para poner en marcha otros sistemas de autorregulación con la finalidad
de mejorarnos. Ignorarlos o intentar suprimirlos a veces no solo agrava
la situación, sino que nos desconecta de nuestro cuerpo. No aprendemos a
escucharlo ni a confiar en él.
Atendiendo a nuestros
síntomas, podremos comprender los mecanismos de curación que pone en marcha
nuestro cuerpo y centrarnos en favorecerlos, o al menos en no entorpecerlos.
Muchas veces la
recuperación de la salud va a depender de cómo tratemos estos síntomas. Si
los ignoramos, no podremos abordar sus causas; si nos limitamos a suprimirlos,
el organismo podría verse obligado a tomar otro camino para resolver el
problema.
QUÉ HACER ANTE LOS
PRINCIPALES SÍNTOMAS DE ENFERMEDAD
Para comprender bien un
síntoma y poder abordarlo de forma constructiva, debemos
fijarnos en el por qué, el cómo y el para qué se produce. Aquí nos centraremos
en algunos de esos signos con los que el cuerpo intenta comunicarnos su forma
ideal de adaptarse a la situación o de recuperar el equilibrio.
CANSANCIO O BAJA FORMA
Sentirse muy cansado o en
baja forma puede ser señal de que el sistema nervioso está agotado por llevar
demasiado tiempo sobreactivado, o bien hay algún desequilibrio subyacente como
una anemia o un problema de tiroides.
Aparte de abordar estas
posibles causas, es importante respetar el cansancio y descansar, pues
el cuerpo está expresando una necesidad. A su vez, hay que ser conscientes de
dónde están nuestros límites ahora, de dónde partimos, y plantear un
entrenamiento adecuado a nuestras condiciones para recuperar la forma física.
En la condición física
intervienen todos los sistemas fisiológicos del organismo.
i nos movemos poco, la
degeneración de los aparatos cardiovascular y respiratorio comienza antes, pero
se puede frenar considerablemente si se realiza ejercicio aeróbico de
forma regular.
MALAS DIGESTIONES
Las digestiones pesadas y
molestias como los gases o el ardor, deben llevar a preguntarse qué
comemos, cómo lo comemos y cuándo. ¿Comemos con hambre o solo por
capricho? ¿Olemos, saboreamos y masticamos e insalivamos bien la comida? ¿Son
alimentos de calidad, frescos y naturales, o abusamos de los enlatados? Un
problema digestivo no se va a solucionar con una pastilla si no se modifica la
alimentación.
Vómitos y diarreas son
otros de los síntomas digestivos más molestos. Respetar esa reacción del
cuerpo, que intenta expulsar así algo que no le es útil o que lo pone en
peligro, es tan importante como rehidratarse y repoblar la microbiota tomando
probióticos.
De todos modos, hay que ser
prudente y valorar si realmente es algo puntual que nos está ayudando, o si el
cuerpo no está logrando su objetivo y el problema se está complicando: si
la diarrea o los vómitos se prolongan más de tres días, si aparecen signos de
deshidratación, sed, sequedad de piel, hipotensión, disminución de conciencia,
de la diuresis... es importante acudir al médico.
FIEBRE
La fiebre da cansancio y
quita el hambre: nos pide reposo y ayuno, que ayudan a recuperarse. Sin
embargo, no solo ayuda a combatir la infección o resolver el problema de
origen. Está también para decirnos que hay que estar atentos, nosotros y los
demás. De hecho, la mayoría de veces necesitamos ayuda. Por eso, el mismo calor
de la fiebre creará tensión en quienes nos rodean, incitándoles a quedarse,
preguntarnos y ayudarnos
La fiebre persistirá
mientras el cuerpo no tenga controlada la infección. Si la suprimimos con
antitérmicos, nos tranquilizaremos, pero será una falsa tranquilidad. En
cambio, se puede aliviar el malestar con compresas o baños a
la vez que nos aseguramos de hidratarnos bien tomando agua, zumos, caldos...
Los demás pueden crear un clima de confianza, que sepamos que están atentos a
nuestro dolor.
En general, ante
temperaturas de más de 39°C, sí nos pondremos en guardia para bajar la fiebre. También
si se alarga días, si hay mucho malestar o decaimiento, o si aparecen
convulsiones u otras reacciones graves, sabiendo que esta intervención, la
mayoría de las veces, más que curativa será solo sintomática. Lo mejor, en
cualquier caso, es usar medios higiénicos sencillos y sin contraindicaciones.
Lo más habitual es el baño templado (30-35°C), que ayuda a bajar la
temperatura, relaja y ejerce una benéfica acción de limpieza.
Hasta un simple catarro
puede verse, como cualquier otro cuadro de síntomas, como una reacción de todo
el organismo. En este caso, sería su forma de compensar deficiencias en las
vías de eliminación o a veces, incluso, de pedir descanso mental. Nos pide
reposo, oscuridad, hidratación y eliminar tóxicos.
DOLORES
El dolor muscular o
articular matinal nos avisa de que necesitamos estirarnos y masajear la
musculatura y las fascias. El dolor nos indicará hasta dónde podemos
llegar sin hacernos más daño en ese momento.
En general, ante un dolor
muscular o articular es importante no ocultarlo, sino aprovechar los
límites que nos está señalando para respetarlos; percibir el dolor,
palparlo, sentirlo y controlar nuestros movimientos.
El dolor de una contractura
o un esguince también nos ayuda a tratar la lesión; señala los puntos
gatillo y las fascias que debemos masajear o tratar.
También podemos ayudar con aplicaciones
de frío (crioterapia), o de calor y masajes. Si no hacemos caso, el
dolor aumentará la contractura, nos obligará a adoptar malas posturas y una
lesión llevará a otra, complicándose cada vez más.
OLOR CORPORAL
El aviso viene cuando este
cambia: en el aliento, las axilas, los pies, la zona genital... o de forma
generalizada.
Un cambio de olor corporal
nos avisa de que hay que revisar hábitos y reparar la microflora de la
piel. Un exceso de higiene o lavados inadecuados, las prendas
sintéticas, algunos fármacos (como los antibióticos), un calzado sin
ventilación... pueden alterar la microflora de la piel, con lo que aparecen
hongos u otras microfloras que modifican nuestro olor.
Con las emociones varía
nuestro olor: con el miedo, la alegría... También con
la atracción sexual, la dieta o el aumento de la glucosa sanguínea. Nuestras
secreciones y grupos bacterianos nos van dando pistas de cómo estamos.
GUSTO U OLFATO ALTERADOS
Gracias al olfato y al gusto
podemos controlar en qué ambientes nos movemos y qué alimentos tomamos y así
librarnos de intoxicaciones. Su alteración o pérdida temporal son más
habituales de lo que creemos y pueden ser señal de que hemos saturado o
confundido a nuestros sentidos y sistema digestivo con un exceso de
olores y sabores artificiales.
Reposar nuestros sentidos es
en estos casos lo más relevante, así como rechazar los alimentos demasiado
salados, dulces o aromatizados de forma artificial. Conviene volver a
lo natural y a la naturaleza, y estimular nuestro olfato y sabor con
alimentos saludables y plantas.
Hay que confiar también en
que las células sensoriales de las papilas gustativas se renuevan con rapidez,
en solo 10 días, incluso tras quemarse la lengua tomando algo demasiado
caliente.
PIEL SECA Y APAGADA
La piel seca, junto con la
pérdida de cabello y de brillo en general, también apunta a la dieta, a
una falta de vitaminas presentes en alimentos naturales, como
la C, o a una falta de sol y vitamina D. Es importante ampliar la variedad en
la mesa e incluir alimentos y plantas silvestres o de sabores agrios y amargos,
como ortiga, regaliz, alcachofa o encurtidos.
SENSIBILIDAD AL CLIMA
Salir a la calle y sentir
que el frío o el calor nos molestan es síntoma de una mala adaptación a
los cambios de clima. Pasamos mucho tiempo en ambientes artificiales,
en casa o la oficina, y nuestro cuerpo pierde esa capacidad que teníamos de
niños de adaptarnos al tiempo exterior y disfrutar de él.
Percibir los colores,
olores y sonidos de la naturaleza, estar en contacto con la tierra y
respirar en espacios naturales contribuye a reforzar esos mecanismos de
autorregulación. Es lo que se conoce como "biofilia", el contacto con
la naturaleza como terapia para recuperar la salud. Al pasear por el bosque,
por ejemplo, respiramos terpenos, unos compuestos que emiten las plantas y
fortalecen nuestro sistema inmunitario. Alejarse de la naturaleza, sin embargo,
nos enferma.
Malos hábitos, como la falta
de ejercicio o el fumar, pueden afectar a la circulación periférica y aumentar
la vulnerabilidad de nuestras extremidades, pies y manos, que se nos quedan
fríos o se hinchan con el calor. Para favorecer la adaptación climática, es
útil la terapia de Kneipp, con sus técnicas de hidroterapia.
Podemos entrenarnos gradualmente con baños de contraste de frío y calor.
ANSIEDAD
En vez de taparla con ansiolíticos podemos ver qué está tratando de decirnos. De forma inconsciente, nuestro cuerpo ha captado una situación amenzante para nosotros y no sabe cómo salir de ella. Estar quietos, atentos a la propia ansiedad, puede ayudar a encontrar esa salida. La técnica mejor diseñada para ello es el mindfulness o entrenamiento de la atención plena.
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