Los expertos aseguran que el alzheimer podría afectar en poco más de una generación a la mitad de la población mundial porque no se sabe cómo prevenirla ni tratarla. Una aseveración que sin embargo rechaza el Dr. Dale Bredesen, director de investigación de patologías neurodegenerativas de la Facultad de Medicina de la Universidad de California en Los Angeles y autor del libro El fin de la enfermedad de Alzheimer: primer programa para prevenir y revertir el deterioro cognitivo. Y para demostrarlo trató a 10 pacientes que tenían la enfermedad consiguiendo que 9 recuperaran o mejoraran notablemente sus funciones cognitivas. Lo llamativo es que bastó cambiarles la alimentación, hicieran breves ayunos temporales y algo de ejercicio y complementaran la dieta con suplementos.
«El alzheimer se puede prevenir y, en muchos casos, revertir el declive cognitivo asociado. Nadie debería pues morir con alzheimer”. Quien con tanta contundencia se pronuncia es el Dr. Dale Bredesen que ha sido jefe de residentes de Neurología en la Universidad de California San Francisco (UCSF), integrante del laboratorio que en ella dirigía el Premio Nobel Stanley Prusiner, profesor de la Universidad Católica de Los Angeles (UCLA) y de la Universidad de California de San Diego y director del Programa sobre Envejecimiento del Instituto Burnham así como del Buck Institute for Research on Aging hasta que terminó fundando su propia empresa: MPI Cognition.
Pues bien, hablamos de alguien convencido de que muchos de los principales dogmas médicos sobre la demencia están equivocados: “A pesar de los miles de millones de dólares gastados por agencias gubernamentales, compañías farmacéuticas y empresas de biotecnología en inventar y probar medicamentos para el alzheimer –afirma en su obra El fin de la enfermedad de Alzheimer– el 99,6% fracasó de forma tan clara que ni siquiera pasó de la fase de prueba”. Y tiene razón: de los 244 fármacos investigados entre 2000 y 2010 solo uno se aprobó para su comercialización -la memantina– y sus presuntos beneficios son escasos y discutidos. El único «avance» en la enfermedad es que un gen ApoE alterado puede predisponer a sufrirla por lo que se considera un marcador de riesgo.
Bredesen no solo se desmarca pues de las tesis oficiales sino que asevera que el alzheimer es consecuencia de un metabolismo alterado y basta cambiar el estilo de vida y la dieta asegurándose de que no haya déficits nutricionales para prevenirlo e incluso revertirlo. Tesis sorprendente para los neurólogos pero como se trata de alguien con suficiente prestigio internacional la revista Aging publicó su propuesta en dos trabajos: en 2014 el titulado Reversal of cognitive decline: A novel therapeutic program (Reversión del deterioro cognitivo: un nuevo programa terapéutico) y en 2016 el de Reversal of cognitive decline in Alzheimer’s disease (Reversión del deterioro cognitivo en la enfermedad de Alzheimer).
Bredesen recuerda que mientras en un cerebro sano se fomentan las conexiones nerviosas y la consolidación de la memoria en uno enfermo hay pérdida de sinapsis y de memoria. Disfunción que según él aparece tras una alimentación inadecuada, un incorrecto metabolismo de la glucosa, la aparición de moléculas inflamatorias, un claro desequilibrio hormonal, falta de sueño, sedentarismo, factores tróficos (proteínas endógenas que actúan de forma autocrina y/o paracrina) y muy a menudo un gen ApoE alterado.
Factores que estresan el organismo y de ahí que les llame tanto estresores crónicos como neuroterroristas testando la gravedad del problema mediante análisis, resonancias magnéticas, PETs y test neuropsicológicos. ¿Y cuáles son esos 36 factores? Pues aquellos relacionados con un microbioma alterado, un intestino permeable, la ingesta excesiva de carbohidratos refinados, las grasas “trans”, la intolerancia al gluten, la resistencia a la insulina, la obesidad, la diabetes, el estrés crónico, la falta de sueño, el sedentarismo, las dietas deficitarias, el tabaco, las toxinas medioambientales y las infecciones causadas por virus, bacterias, hongos y parásitos; son entre otros los casos de la borrellia, el herpes, la babesia y las micotoxinas. (PAR BIOMAGNETICO).
Bredesen aún va más lejos y sostiene que según sean los factores predominantes el alzheimer se clasifica en tres subtipos: inflamatorio –causado por infecciones y dietas proinflamatorias principalmente-, atrófico –desencadenado por déficit de nutrientes u hormonas, problemas de metilación y daño mitocondrial- y tóxico –provocado por toxinas (incluidos haptenos, pesticidas, AINEs, PPI, estatinas y otros fármacos)-, metales pesados, infecciones por xenobióticos o micotoxinas, disbiosis oral, nasal y/o intestinal, desequilibrios del eje hipotalámico-hipofisario-adrenal o una alteración de la relación zinc/cobre. Problemas que pueden llevar al alzheimer pero también a otras patologías neurológicas caracterizadas por un evidente deterioro cognitivo que igualmente cursan con trastornos metabólicos.
En cuanto a cómo tratar la situación la propuso en 2014 denominando su protocolo Mejoramiento Metabólico para la Neurodegeneración. Si bien modificó dos años después su nombre por el más contundente de Reversión del Declive Cognitivo.
¿Y cuál es el protocolo que propone? Pues se basa en una adecuada alimentación que asegure la presencia en el organismo de los nutrientes esenciales y se complementa con el uso de suplementos nutracéuticos, fitoterápicos y ortomoleculares; desde carbón activado hasta ácidos grasos pasando por vitaminas, minerales y oligoelementos. Propone asimismo cambiar el estilo de vida para reducir el estrés, dormir más y mejor, hacer ejercicio para aumentar los factores neurotróficos y la autofagia, alejarse de los lugares contaminados electromagnéticamente, evitar la luz azul de los dispositivos electrónicos y hacer ejercicios de estimulación cerebral.
En cuanto a la alimentación se refiere Bredesen propone entrar en cetogénesis añadiendo: «Hay tres formas de entrar en cetogénesis: ayunar y hacer ejercicio; es la mejor manera pero las personas con un índice de masa corporal bajo no pueden seguir esta vía. La segunda es ingerir aceites ricos en triglicéridos de cadena media. Y la tercera complementar la dieta con ésteres de cetonas o sales de cetonas. No importa qué vía se use si se logra tener en sangre el nivel de cetonas suficiente para proporcionar energía al cerebro sin provocar resistencia a la insulina”.
Una dieta de la que excluye expresamente los lácteos, el gluten, los cereales, las frutas de alto índice glucémico, el azúcar blanco, los carbohidratos simples (incluidos panes, trigos, arroz, galletas, pasteles, dulces, refrescos, etc.) y los alimentos procesados. Y es que como bien explica hay que restaurar el microbioma, la sensibilidad a la insulina, optimizar la presencia de hormonas y otros biomarcadores mediante el uso de otras bioidénticas, inactivar o excretar las sustancias patógenas e ingerir suplementos y plantas. Lo llamativo es que todo ello es lo que se propone exactamente en La Dieta Definitiva de Jose Antonio Campoy publicada en 2002, hace ya 19 años.
Fuente: Discovery Dsalud
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