Recordemos que la Osteopatía es una de las terapias naturales más usadas y reconocidas a nivel clínico. Su esencia integradora la convierte en una terapia que cura alivia y sobre todo previene la aparición de enfermedades.
La OMS (Organización Mundial
de la Salud) considera la Osteopatía “una profesión sanitaria de
primera intención e independiente de otras”, es decir, que sus profesionales,
los osteópatas, trabajan la salud de los pacientes y pueden ejercer sin
necesidad de que el paciente venga derivado por otro profesional de la salud.
La Osteopatía, referenciada
como medicina por la OMS (Organización Mundial de la Salud), está
reconocida en países como EEUU, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Suecia,
Portugal, Francia, Suiza o Gran Bretaña, pero, la Norma Europea UNE, aprobada
por el Centro Europeo de Normalización (CEN), no está implementada en España, a
pesar de estar publicada en el BOE (Boletín Oficial del Estado) desde enero de
2019.
La osteopatía es una
disciplina terapéutica basada en la anatomía y fisiología del cuerpo humano y
es una de las terapias más completas dentro de todo el grupo de Terapias
Naturales, ya que además de comprender la mayoría de los problemas y
enfermedades que manifiesta en el cuerpo físico, también tiene tratamientos
ideales para poder mejorar algunos aspectos emocionales y psíquicos que causan
diferentes patologías.
LA OSTEOPATIA Y LAS RELACIONES ENTRE LA
PATOLOGÍA SUBOCCIPITAL Y LOS TRASTORNOS TEMPOROMANDIBULARES
Un estudio realizado por dos
osteópatas Sevillanos en el año 2014: por Don Francisco Miguel Cocera Morata (PT,PhD,
DO), y Don Cleofás Rodríguez Blanco (PT,PhD,DO).
Objetivos:
Explicar la relación
existente entre las disfunciones a nivel suboccipital y los trastornos
temporomandibulares (TTM) que
se presentan en
la articulación temporomandibular (ATM),
así como los cambios que se producen en ambas estructuras tras la
aplicación de diferentes técnicas de osteopatía descritas en la bibliografía
consultada.
Material y métodos:
Las bases de datos
consultadas para la obtención de artículos
y estudios fueron Medline,
Cochrane, Teseo y ScienceDirect. Se han incluido aquellos textos que aportaban
información relevante dentro
del campo de
la osteopatía, así
como artículos de
autores de relevancia para
sustentar aún más la revisión, dado el escaso número de estudios que se manejan
en la actualidad al respecto.
Resultados:
En esta revisión encontramos
41 estudios y artículos en referencia a la ATM, de los cuales 12
estudios no tenían
grupo control o
eran casos clínicos
aislados, y fueron
descartados, por lo
que consideramos a los 29
estudios restantes; de
éstos, 9 describen
la incidencia de la patología cervical, patología de la ATM y
relaciones entre ellas; 8 describen el diagnóstico de los TTM;
9 versan sobre
la relación entre
el tratamiento con
diferentes técnicas del
segmento suboccipital y 3
explican las relaciones
entre el tratamiento
de la región
mandibular y sus resultados
sobre ella.
Conclusiones:
Tras el análisis de los
artículos seleccionados, encontramos resultados favorables a la aplicación
de técnicas suboccipitales en
relación a los
trastornos temporomandibulares, ya que
se han apreciado
significaciones estadísticas en
los estudios expuestos,
lo cual hace considerar a las técnicas
de la región
suboccipital, como procedimentos
de elección para
el tratamiento de las disfunciones TTM.
INTRODUCCIÓN
La patología cervical
y la patología
cráneo-mandibular (CM) presentan
una gran incidencia
en nuestra sociedad. Pinto-Meza describió la prevalencia de la
patología cervical, y
estimó (en 2006)
que el 14,7% de
la sociedad española
sufrió algún tipo
de dolor cervical crónico
en los últimos
12 meses, cifra que
aumenta hasta el
23,7% cuando se
calculaba la prevalencia-vida.
Además, en este
caso, las mujeres presentaron una
prevalencia mayor que
los hombres tanto en dolor
cervical en los últimos 12 meses (18,2% frente al 11%) como en prevalencia-vida
(29,4% frente al 17,7%). Rodríguez-Ozores y Bermejo Fenol reportan
que la prevalencia de
los Trastornos
Temporo-mandibulares (TTM) de la
Articulación Temporo-mandibular
(ATM), estaría entre el 20%
y el 40% de
la población y
que entre un
40-75% de la población
presenta o ha
presentado algún signo
de disfunción de la ATM.
Otros estudios describen
valores elevados de prevalencia de estas
alteraciones. En una muestra de 1.201 sujetos, con edades comprendidas entre
los 15 años en
adelante, se informa de
valores altos de prevalencia (31,89
%), con síntomas
compatibles con los TTM; en el 47,3 % de la población se evidenciaron
signos clínicos sugerentes
de estos trastornos.
También podemos
destacar en este
estudio el incremento de
porcentaje de TTM según avanza
la edad del paciente, pero cabe destacar que la horquilla varía desde
un 26,85% en
pacientes de 15-19
años, pasando por el
57,14% en pacientes
de entre 50-59 años, hasta llegar al 69,16% en
pacientes de 70 años en adelante. Es
interesante destacar nuevamente
la mayor incidencia sobre
el sexo femenino
(49,08%) frente al masculino (44,78%).
En el
estudio de Hormiga
Sánchez se observa una prevalencia de uno o más signos clínicos de TTM
en el 63,5%
de la muestra,
siendo el chasquido articular
y el dolor
a la apertura
los signos más recurrentes, con
un 33,10% y un
33,33% respectivamente. Encuestas realizadas
dan una presencia de
ruidos en la
ATM en un
50% de la población,
mientras que Dworkin cifra
entre un 3% y
un 7% los pacientes que buscan ayuda profesional.
Dichas patologías afectan
a la globalidad
de los pacientes ya
que se interrelacionan estos segmentos desde
un punto de
vista neurológico,
articular, vascular y
muscular. La alteración
en el sistema estomatognático puede
repercutir sobre la estática,
la postura, la
biomecánica, y por
lo tanto sobre la salud del
paciente.
Claros ejemplos
de esta interrelación
cervical-craneal, es el
estudio de Hormiga
Sánchez donde, además de los
datos de prevalencia
de uno o más
síntomas de TTM,
se desprenden datos
de aparición de síntomas
cervicales en la
valoración de la musculatura cervical,
donde se interpreta
que la prevalencia de
dolor leve, moderado
o severo a la
palpación en la musculatura del cuello fue de 82,0%. El músculo más
afectado fue el
esternocleidomastoideo (recordemos
su inervación por el nervio
espinal (XI) y su
estrecha relación con
el segmento C0- C1-C2);
la presencia de puntos gatillos en el cuello se advirtió en 76,2% de
los casos; en el 18,5%
de ellos, se
apreció alteración en la postura cervical.
En relación
con la movilidad
del cuello, el 36,0%
presentó limitación leve
en algún movimiento del cuello. Al
evaluar la relación
entre signos y síntomas
de TTM con
las condiciones músculo-esqueléticas cervicales, se
encontró asociación
estadísticamente significativa entre
la presencia de algún
signo o síntoma de
TTM con el
dolor y la presencia de puntos gatillo en el cuello
(p<0,001).
Asimismo hubo asociación entre
el dolor del cuello moderado-severo y el ruido
articular (p= 0.017) y la presencia de dolor en la musculatura facial evaluada
(p<0,05).
Visscher menciona también una
fuerte coexistencia entre las
afecciones CM y
cervicales, reportan datos del 13% al 31% de trastornos cervicales
en pacientes sin
patología CM, elevándose
esta cifra hasta el 58% al 70% en
el caso de los pacientes que si tenían algún tipo de patología CM.
Por otro
lado, las relaciones
del segmento
occipital-atlas-axis y sus
repercusiones sobre la ATM
podrían explicarse gracias a:
1. Nervio Espinal (XI):
1.1 Las neuropatías de compresión de este nervio
son responsables directas
del tono de los
músculos trapecio superior
(con repercusión directa sobre
el occipital) y
el ECOM (con repercusión sobre
la sutura occipito-mastoidea y
el temporal) con lo
que una disfunción de
este puede justificar alteraciones en
el tono muscular
de maseteros, temporales y
estructuras del agujero rasgado
posterior.
1.2 Las causas
más frecuentes de
desorganización neurológica a
este nivel son
las disfunciones somáticas del
segmento C1-C2-C3.
2. Nervio Hipogloso (XII):
2.1. Nervio exclusivamente motor
que inerva los músculos
de la lengua
y los músculos infrahioideos (inervados
por el asa hipoglosa).
2.2. Su rama
descendente se anastomosa
con el plexo cervical profundo
surgido de las raíces de C2-C3 con
el fin de
formar el asa hipoglosa, así
pues las disfunciones
a este nivel deben
de ser corregidas
de forma imperiosa, ya
que la facilitación
neurológica puede ser origen
de desequilibrios
estomatognáticos.
3. Interdependencia craneal
y estomatognática según el
esquema de Brody.
4. Núcleo caudal del trigémino situado en la materia gris espinal a nivel de C1-C3.
RESULTADOS
Los Trastornos
temporomandiculares: La Asociación Dental Americana define los TTM
como una serie de condiciones
dolorosas que afectan
a las estructuras dentales
y orofaciales, diferenciadas
por la extensión del daño
muscular y/o articular. Controversia que
surge con posteriores
definiciones sobre los
TTM según refleja el
profesor Celtic en su
trabajo, considerándolos como el conjunto de síntomas y signos presentes
en el sistema masticatorio. Son un grupo de padecimientos con signos y síntomas similares: dolor, sonidos articulares,
movimiento mandibular limitado, traumatismo, dolor
facial, mareos, etc.
También se considera
un trastorno psicofisiológico, aunque
las variables psicológicas y psicosociales no
se incorporan habitualmente a los esquemas
utilizados para el diagnóstico del TTM. Esta expresión permite la
inclusión de la
ansiedad, la depresión
o el estrés debido a la presencia de dolor crónico
o dolor crónico disfuncional. Por lo tanto, los TTM pueden ser también
reconocidos por la
presencia de estados
de dolor crónico de
cabeza o de
espalda que impactan
en la salud del
sujeto provocando la
interferencia y la limitación de las actividades
cotidianas del individuo causado por el dolor.
Así pues,
de una forma
casi consensuada, se
hace una clasificación de los TTM que sirve para facilitar el
diagnóstico y la interpretación de la sintomatología del paciente:
a) Los
factores predisponentes son
alteraciones que están presentes
y, que en un momento dado, pueden por sí solos
o asociados ser
desencadenantes de los TTM.
Incluyen características: estructurales, neurológicas,
vasculares, hormonales y
metabólicas individuales; además, estos factores pueden aumentar las
cargas articulares, por ejemplo, la psoriasis puede predisponer a
cambios artríticos sistémicos,
pudiendo éstos darse en la articulación
temporomandibular. El
hipotiroidismo puede predisponer
al paciente al
dolor muscular.
b) Los
factores desencadenantes son
aquellos que pueden, en
un momento dado,
originar estos desórdenes de la
ATM. Generalmente pueden dividirse en cuatro categorías:
(1) Trauma externo de gran
intensidad en la cabeza, cuello o mandíbula.
(2) Trauma
externo, repetitivo y de baja
intensidad como mordisqueo de
uñas, chicles o
lapiceros, incluso en intérpretes
de violín por
la posición necesaria para la
práctica de este instrumento.
(3) Trauma
interno, repetitivo y de baja
intensidad, como bruxismo o apretar los dientes.
(4) Stress
que sobrepasa un
cierto umbral (que puede ser individual para cada
paciente).
c) Los factores
perpetuantes o contribuyentes son aquellos
que ayudan a
la continuación de
los síntomas. Como ejemplo
se pueden incluir enfermedades sistémicas
subyacentes y patología crónica de la columna cervical.
Estas tres categorías se suelen solapar
(lo que puede
ser un factor predisponente en
un paciente), y
en otro puede suponer un
factor perpetuante o
incluso desencadenante.
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